miércoles, 11 de septiembre de 2019

REFLEXION DE UN NADIE DESDE SU ERMITA.


El sol y la luna son testigos infortunados, del paso del hombre en la tierra. Un ser engreído que no es más que un saco de huesos, carne y vísceras, que intenta apoderarse  de lo que aún no conoce ni entiende. Lunático que arrasa lo que no es suyo, y nunca lo será, la tierra por ciclos se desprende del parasitismo que se posa sobre ella, como el  perro se sacude de las pulgas que anidan en él
La tierra es paciente, porque sabe que el hombre siempre perece, y ella se vive trasformando  y sobreviviendo al depredador. El hombre juega y cree ser el amo, pero solo es el abono de la madre tierra, en el mejor de los casos, ya que los abonos pueden ser restos de plantas hortalizas y también heces  malolientes.
El juego de vivir sorprende al rey y al mendigo, el rey muere y ve que su reino es el infierno que se compró  por casi una eternidad, y mira al mendigo que siempre humillo, con envidia por el lugar que tiene, y él no puede alcanzar. La luz espiritual, no se compra y no se vende, solo se consigue entendiendo el juego y no ganando nada más que tranquilidad de consciencia.
Hombres necios que regalan su consciencia por  no saber su valor, y lloran como niños, cuando llega la hora, pues el miedo lo ata a su lecho agónico, tratando de quedarse en el lugar que no pueden retener. En ese momento saben lo que les espera, y no tienen el valor de aceptarlo, porque siempre fueron débiles y miedosos, que solo cubrieron su vergüenza  con la avaricia y el funesto poder de la materia. Ignorantes espirituales que se ven a sí mismos como oscuras manchas de humedad y suciedad, ante la luz resplandecientes de la consciencia moral del todo y la nada al mismo tiempo.

            UN NADIE JUEI MU.

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